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DEBATE
La renuncia de Fábrega. Escriben: Pagni, Scibona y Guarino
02/10/2014

Golpe al corazón del sistema financiero

La Nación

Por Carlos Pagni.

En el mar de interrogantes en que se ha convertido la economía nacional existe una sola certeza: Cristina Kirchner está desplegando una estrategia sistemática y exhaustiva para agravar la recesión. Como en tantos otros campos, camina en dirección de aquello que pretende evitar.

Ayer dio un largo paso más, con dos medidas que prometen fortalecer la intervención sobre el sistema financiero. Por un lado, expulsó a Juan Carlos Fábrega de la presidencia del Banco Central, y lo reemplazó por Alejandro Vanoli. Es el jefe de la Comisión Nacional de Valores (CNV), donde se caracterizó por hostigar a empresas a las que la Presidenta señalaba como agentes de un complot.

Por otro lado, el kirchnerismo aprobó anoche en la Cámara de Diputados, sin la participación de la oposición [ver aparte], una amplia y controvertida reforma al Código Civil y Comercial, que, entre otras novedades, establece una pesificación asimétrica de las transacciones bancarias celebradas en dólares.

Si bien la nueva codificación entrará en vigencia en 2016, con ese par de decisiones la señora de Kirchner traspuso, en su marcha dirigista sobre el mercado, una frontera frente a la cual su esposo siempre se detuvo: avanzó sobre los bancos.

Fábrega fue defenestrado por Cristina Kirchner en uno de los cuatro discursos que pronunció anteanoche, cuando denunció que desde el Banco Central se anticipaban los allanamientos a las instituciones financieras investigadas por la Justicia y que allí dormían 80.000 expedientes de presuntas violaciones de la ley penal cambiaria.

En el mismo soliloquio la Presidenta dio pistas de que el nuevo titular del Central sería Vanoli, ya que para muchas de sus acusaciones citó a la CNV como fuente. Vanoli es un economista de larga trayectoria en el sector público, sobre todo en el área de endeudamiento. Se inició en 1988 en la institución que ahora le toca conducir, ocupó una posición técnica en la Secretaría de Finanzas durante la administración de Carlos Menem y cuando llegó al poder Fernando de la Rúa migró hacia la CNV como asesor. Con el ascenso del kirchnerismo se incorporó al grupo Fénix, que defiende el intervencionismo económico.

Sin embargo, recorrer el currículum de Vanoli tal vez no ayude a caracterizarlo. Porque el rasgo principal de su conducta es la obediencia. Por lo tanto, para prever sus comportamientos es más útil conocer las órdenes que recibe que las actividades que desarrolló. La Presidenta tuvo dos ocasiones para estar segura de esa inclinación de Vanoli al sometimiento, indispensable para colaborar con alguien que se cree víctima de una confabulación. La primera fue durante el ataque oficial a Papel Prensa, cuando el nuevo jefe del Central recibía órdenes destempladas de Guillermo Moreno. Hasta existe la sospecha de que algunos de sus dictámenes fueron redactados por Marta Cascales, la esposa de Moreno. La otra exhibición de lealtad canina del sucesor de Fábrega tuvo lugar cuando dictaminó que "difundir el precio del dólar blue es como dar el precio de la cocaína". Tal vez ese aforismo presida su nueva misión.

A pesar de que aceptó aplaudir el discurso en el que lo degollarían, Fábrega no terminaba de asegurar su incondicionalidad. Como presidente del Central cometió tres pecados. El primero, haber conseguido el acuerdo senatorial casi por unanimidad, un consenso incoherente con el estilo del Gobierno. En la Casa Rosada siempre atribuyeron ese logro a una gestión de Jorge Brito, el titular del banco Macro. La segunda desviación está relacionada con la anterior: las opiniones de Fábrega siempre fueron coincidentes con las de los expertos del sistema financiero. Sobre todo la recomendación de subir la tasa de interés para volver más atractivo el peso y desalentar la fuga hacia el dólar. No debe sorprender que, en el mismo discurso, Cristina Kirchner estigmatizara al funcionario y acusara a varios bancos de realizar operaciones de contado con liquidación -que son legales- y de obtener información privilegiada del Central. A esas entidades les atribuyó formar parte de un complot, junto con los Estados Unidos, los holdouts, el juez Thomas Griesa y Estado Islámico, destinada, por lo menos, a destituirla. Tampoco debe extrañar, entonces, que el reemplazante, Vanoli, no sea un experto en política monetaria, sino en desbaratar conjuras imaginarias. La tercera falta de Fábrega fue haber recriminado a Kicillof, delante de la Presidenta, el enfrentamiento con los holdouts. Fue el 25 de agosto pasado, durante una discusión acalorada en Olivos.

Estas apostasías de Fábrega alimentaron una vieja animadversión de los dirigentes de La Cámpora, que lo sustituyeron en la conducción del Banco Nación. Los amigos de Máximo Kirchner parecen estar detrás de la ola de versiones sobre presuntas irregularidades del banquero: desde operaciones de su hermano con una "cueva" financiera hasta la aceptación de un departamento en el condominio Bellini, regalo de un empresario agradecido por la asignación de un crédito del Bicentenario. Habladurías difíciles de verificar. Idénticas a las que se refieren al inexplicale enriquecimiento de algunos colaboradores de Vanoli en la CNV.

Las causales de condena de Fábrega iluminan el camino de su reemplazante. En vez de repetir "sí, Guillermo", deberá decir "sí, Axel". El mercado espera, en consecuencia, que haya una presión sobre los bancos para que reduzcan la tasa de interés, que es una vieja obsesión de Kicillof. Ayer los expertos se preparaban para que el Central deje de capturar pesos a través de lebacs, que se remuneran con una tasa de alrededor del 28%, y lo haga por un aumento de los encajes bancarios, a un costo mucho menor. La ganancia permitiría a Vanoli seguir financiando al Tesoro a menos precio. Es un objetivo principal de Kicillof, que pretende contrarrestar la recesión incrementando todavía más el gasto público. Otro motivo de su conflicto con Fábrega.

La contracara de esta decisión sería una pérdida para los bancos, que optarían por reducir la tasa que pagan a los depositantes. Es probable, entonces, que quienes hasta ahora intentan defenderse de la elevadísima inflación colocando sus ahorros en los bancos, corran hacia el dólar. La brecha entre el oficial y el blue se haría más amplia, aumentaría la expectativa de una devaluación y, por lo tanto, desalentaría a los exportadores a liquidar divisas. Pero la ingeniería estatizante de Kicillof también tiene un remedio para esta nueva conspiración: la ley de abastecimiento.

Las diatribas presidenciales sobre las operaciones de contado con liquidación hacían prever anoche a los especialistas que se prohibirá comprar bonos en dólares con pesos. Por lo tanto, quienes para obtener divisas recurren a la mediación de instrumentos financieros -los importadores de insumos, por ejemplo- deberán adquirir acciones. Pero también esa operación se podría reprimir. Sería un cepo a todo.

La tendencia que se prefigura con la sustitución de Fábrega por Vanoli -otra vez la sibilina prosa de Carta Abierta fue premonitoria- coincide con otra intervención sobre el sistema financiero que, aunque no sería inmediata, es muy delicada. Anteayer, la Asociación de Bancos (ABA), que reúne a las entidades de capital extranjero, envió una carta al presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, para alertar que el nuevo Código Civil y Comercial consagrará una nueva pesificación asimétrica. El artículo 765 admite que préstamos pactados en dólares sean devueltos en pesos. Pero el 1390 excluye de esa posibilidad a los depósitos bancarios. Quiere decir que las entidades financieras estarán obligadas a entregar dólares a quienes les confiaron sus ahorros en esa moneda. Pero las empresas que tomaron créditos en dólares para financiar sus exportaciones podrán saldar su obligación en pesos al cambio oficial. ABA anticipó a Domínguez que habrá un retiro generalizado de dólares de los bancos. Por lo tanto, la reforma no contempla que habrá menos capacidad para financiar exportaciones y disminuirá el nivel de reservas del Central.

El avance de la señora de Kirchner sobre los bancos lleva la marca intelectual de Kicillof. Como todo funcionario que sacraliza una receta, él no atribuye los problemas a las medidas que ha tomado, sino a la demora de las que aún le quedan por tomar. Con la misma lógica la Argentina se fue comprometiendo más y más con la convertibilidad, hasta desembocar en el colapso de 2001. Como si hubiera una oscura armonía entre los procedimientos y los resultados, el kirchnerismo está elaborando su propio 2001. Una crisis artificial, porque deriva más de sus decisiones que de las adversidades objetivas. La señora de Kirchner ya devaluó, entró en default y, gracias a la inflación, emite una cuasi moneda que en vez de llamarse patacón se llama peso. Sólo faltaba un capítulo para completar la secuencia de la farsa y la tragedia: minar con la desconfianza al sistema financiero. Está a punto de lograrlo.

Se cae otro dique de contención

La Nación

Por Néstor O. Scibona.

La  salida de Juan Carlos Fábrega es la peor noticia para aquellos que confiaban en que el Banco Central podía actuar como un precario dique de contención para los desbordes de la política económica en la dura transición hasta fines de 2015.

En los escasos 10 meses y días que estuvo al frente del BCRA, este veterano funcionario del Banco Nación, amigo de la infancia de Néstor Kirchner en Santa Cruz (donde ambos prolongaron la amistad que habían iniciado sus propios padres), fue el encargado de tender el cable a tierra que el ministro Axel Kicillof había desconectado en Economía.

Fábrega fue el que le acercó a Cristina Kirchner diagnósticos y consejos por lo general diametralmente opuestos a los que la Presidenta estaba dispuesta a escuchar sobre la marcha de la economía y los mercados. Allí había mucho de realismo y "oficio" y poco de relato épico o de teorías conspirativas, para disgusto de Kicillof y de la militancia de La Cámpora. Es difícil manejar el BCRA con una Presidenta que cree que gobernar es gastar.

Y con un ministro que, desde mucho antes de serlo, proclamaba que el aumento del gasto público y de la emisión para financiarlo no son causa de la inflación, sino "un invento del neoliberalismo".

Y menos cuando, a falta de superávit fiscal, se usan las reservas para pagar la deuda del sector público. Sin embargo, la emisión monetaria de 2014 ya duplica la de 2013, apunta a 180.000 millones de pesos, y la combinación de más pesos y menos dólares aumenta las presiones sobre la inflación y las cotizaciones paralelas del dólar.

Para el Gobierno, mientras tanto, el remedio son más regulaciones estatales y controles policiales.

El cortocircuito político-ideológico era previsible, no tardó en aparecer y fue sumando chispazos cada vez más notorios.

Sin ser un ortodoxo y a base de sensatez, Juan Carlos Fábrega se había dedicado mayormente a reducir daños. Primero, se hizo responsable del salto devaluatorio de enero para frenar la alarmante sangría de reservas que ponía en riesgo la gobernabilidad.

Luego evitó un desastre con la posterior suba de tasas de interés para absorber pesos y frenar la suba del dólar paralelo. Pero a la vez debió hacer equilibrio con las presiones del ministro Kicillof para bajar las tasas de interés, repartir créditos subsidiados y también "planchar" al dólar oficial, aunque la mayor inflación ya licuó aquella devaluación.

Tampoco aparecía en los planes del BCRA el default parcial de la deuda, provocado por el incómodo fallo del juez Griesa y su posterior ratificación en la Corte Suprema de Estados Unidos, que frenó toda posibilidad de acceso a dólares frescos y obligó a racionar aún más los pagos de importaciones, que acentuaron la caída de la actividad.

De ahí que las reservas internacionales del Banco Central hayan caído casi 2600 millones de dólares en lo que va del año.

A cambio, Economía propone, por un lado, endurecer el cepo y los controles cambiarios y, por otro, subsidiar el consumo vía créditos con algún grado de subsidio (el plan Ahora 12) y la ley de abastecimiento.

No hacía falta demasiada imaginación para adivinar para qué lado Cristina Kirchner inclinaría su balanza, entre el pragmatismo de Fábrega y el dogmatismo de Kicillof.

Mucho menos después del combativo discurso presidencial del lunes a la noche en la Casa Rosada, donde llegó a sugerir delante del propio presidente del BCRA que cinco bancos habían obtenido información privilegiada para vender activos en dólares antes de sancionarse una medida que los afectaba.

Sin embargo, Fábrega ya estaba dispuesto a dejar el cargo desde que Kicillof boicoteó a último momento su gestión de apuro con un grupo de bancos nacionales para buscar un acuerdo con los holdouts y que a fin de julio hubiera evitado el default parcial de la deuda bajo legislación extranjera.

Alejandro Vanoli, su sucesor, no forma parte del equipo de Kicillof, pero desde la presidencia de la Comisión Nacional de Valores cumplió un papel muy activo para demostrar su alineamiento con el discurso y las acciones de la Casa Rosada.

Claramente, privilegia su rol político sobre el técnico. Ya en épocas de Guillermo Moreno como secretario de Comercio Interior había embarcado a la CNV en operativos policiales en "cuevas", y antes había apoyado la frustrada "pesificación" de la economía.

Hace poco anticipó su intención de controlar a fondo el mercado del dólar contado con liquidación, a pesar de que se trata de una operatoria en blanco y legal.

Y semanas atrás hasta tuvo la ingrata tarea de corregir por encargo a la propia Presidenta, para aclarar que el cierre de la imprenta Donnelley será investigado como una probable quiebra fraudulenta y no bajo la ley antiterrorista, como había anunciado públicamente CFK, en lo que atribuyó a "una confusión".

Con dólares escasos, es previsible que desde el Banco Central se endurezca el racionamiento de divisas, las ventas de dólares para atesoramiento y los controles en el mercado.

Más difícil es suponer que pueda contener o absorber la avalancha de pesos que se avecina en los últimos meses del año para cubrir el agujero fiscal y que amenaza con acelerar la huida del peso.

Hace pocos días, Vanoli reactivó la idea de captar ahorros en pesos mediante nuevos instrumentos financieros ajustables en función de los precios del metro cuadrado de nuevas viviendas o del petróleo, para estimular inversiones en esos sectores.

Casi una forma implícita de admitir que las tasas negativas frente a una alta inflación, que el Gobierno subestima, ahuyentan el ahorro y estimulan el refugio en el dólar.

NUEVAMENTE CONTRA DUHALDE

Luego de su discurso, en el que acusó a grupos concentrados de querer voltear a su gobierno, e incluso dio a entender que podría sufrir un atentado desde Estados Unidos, la presidenta Cristina Kirchner la emprendió contra Eduardo Duhalde en Twitter, quien había dicho que estaba cansado de "la teoría del complot" y que tenía una "inflamación testicular" con el tema. "¿Qué tiene que ver Duhalde con el Sr. Pardo, el banco Mariva o el contado con liqui? O si. ¿Tiene algo que ver y no lo sabíamos? Porque francamente no sé por qué se da por aludido...", señaló la Presidenta a través de Twitter.

Las cinco medidas con las que Vanoli desembarca en el Banco Central

El Cronista

Por Julián Guarino.

El dólar -o la falta de ellos- terminó por desplazar a Juan Carlos Fábrega del Banco Central en uno de los peores momentos del mercado cambiario. Paradójicamente, la llegada de Alejandro Vanoli, dispuesta para frenar la sangría de divisas, podría transformarse en una versión aún más precaria.

La incertidumbre generada la última semana en torno a la falta de divisas y al tipo de cambio diferencial que debían utilizar los importadores generó no sólo una reacción de los empresarios, sino también fragmentaciones dentro del Gobierno. Desde el último viernes y sin el consentimiento del ministro Kicillof, el propio Fábrega había prometido a los importadores poner a disposición una mayor cantidad de dólares para despejar dudas. Y lo hizo, pero las dudas se trasladaron a la presidenta: ¿cuántos dólares serán necesarios vender para calmar al mercado?

La respuesta no fue feliz. Fábrega le insinuó a Cristina Fernández que él podía cerrar todas las canillas por donde vendía dólares, pero que la economía estaba herida y no iba a sanar así nomás. El dato simbólico es que en apenas tres días, las reservas habían caído por debajo de los u$s 28.000 millones por la decisión de Fábrega de ’normalizar’ las autorizaciones.

La tranquilidad que se hizo lugar en la previa al determinante discurso de la presidenta del último martes -y la reunión que tuvo lugar entre varios funcionarios incluido el propio Fábrega ese mismo día-, fue sólo la calma que antecede a la tormenta. Las acusaciones a Fábrega sólo fueron el emergente del enojo de Cristina Fernández con el, ahora, ex titular del Central. Como se dijo, Alejandro Vanoli, un economista militante y permeable a los intereses de la Casa Rosada llega al BCRA con una única misión: frenar la sangría de dólares.

Control del ’dólar liqui’. En pos de lograr una menor salida de divisas, Alejandro Vanoli utilizará primero una de sus principales cartas en función del conocimiento y experiencia. El ex titular de la Comisión Nacional de Valores (CNV) conoce cuáles son los circuitos que se manejan en el mercado bursátil para hacer ’dólares liqui’, pero paradójicamente nunca los cerró del todo. Por supuesto, en este contexto, será una de las primeras cosas que haga, por lo que las medidas tendrán que ver con devolverle a la operación su única función: permitir la compra y venta de bonos en distintos mercados.

Los dólares de los silosbolsa. Sancionada la Ley de Abastecimiento que podría presionar a los productores para desprenderse de los granos, el marco normativo parece indicar que ese instrumento podría eventualmente utilizarse. Sin embargo la estrategia del Gobierno es otra: podrá amenazar con la aplicación de la Ley, pero probablemente se incentive la liquidación de divisas del agro mediante instrumentos pensados para ’proteger’ esas ventas del atraso cambiario. Hoy, por cada dólar que liquida el campo se le paga poco más de $ 5. La idea es que ese tipo de cambio sea mayor aún, lo que ayudaría a generar un ingreso que podría estar por encima de los u$s 5.000 millones.

¿Adiós al dólar blue? Alejandro Vanoli dijo alguna vez que publicar el precio del dólar blue es como publicar el de la cocaína. Si bien será imposible erradicar la cotización del blue, sí podría precipitarse el cierre de numerosas mesas de dinero que funcionan en un radio relativamente pequeño del microcentro. Con esa medida, el mercado perdería volumen, lo que terminaría por desdibujar un único valor para la divisa.

Mayor control en los bancos. Las entidades financieras deberán soportar mayor control y regulación. Hay que recordar que durante su gestión en la CNV, el funcionario fue uno de los principales interesados en sancionar la ley de mercado de capitales, que le dio mayor poder a la Comisión pero también a través del polémico artículo 20, facultó a la autoridad regulatoria a intervenir el directorio de empresas cotizantes. Fue también uno de los artífices de la pelea política que mantuvo el Gobierno con el Grupo Clarín y Papel Prensa.

Continuidad del atraso cambiario. Contrariamente a lo que podría pensarse, la flexibilidad cambiaria por la que solía abogar Fábrega perdería su lugar y sería reemplazada por la profundización del retraso cambiario del dólar oficial. La tarea no será sencilla toda vez que para hacerlo, debería neutralizar las presiones inflacionarias algo que dista de tener lugar.


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