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OPINIÓN
Editorial La Tercera: Diferencias salariales, la solución no es la ley
23/09/2014
La Tercera

EXISTE AMPLIA coincidencia de que la ley sobre igualdad de remuneraciones -que busca que hombres y mujeres reciban un salario similar en la medida que realicen el mismo trabajo- ha sido en la práctica “letra muerta”, pues en los cinco años que lleva de vigencia no ha logrado acortar las distancias en favor de los hombres ni parece haber provocado un cambio cultural relevante. Un salto de esta naturaleza probablemente tomará generaciones, y difícilmente una ley logrará revertir una situación que en los hechos ocurre en buena parte del mundo.

Un informe elaborado por la Cámara de Diputados reveló que las diferencias salariales entre hombres y mujeres han permanecido en el promedio prácticamente intactas desde la dictación de la ley, mientras que otras investigaciones arrojan que la diferencia salarial por hora puede ir entre 16 y 36%, según el nivel de escolaridad alcanzado. Esta realidad no difiere de lo que se observa en otras partes del mundo. En la Unión Europea, por ejemplo, el promedio comunitario ronda el 16%, y algunos países como España superan dicha cifra, a raíz del deterioro que significó la crisis económica. Los datos tampoco son distintos si se observa que a nivel global menos del 10% de los altos cargos ejecutivos en empresas es ocupado por mujeres. 

En Chile se buscó acortar estas diferencias con la ley sobre igualdad salarial, pero su efecto ha sido nulo. A ésta se le reprocha su falta de operatividad, pues en la práctica hace engorroso el proceso de denuncia en caso de que se detecte que una empresa artificialmente paga salarios distintos a igualdad de cargo -es la trabajadora quien debe primeramente representar esta situación a su empleador-; asimismo, su falta de difusión entre los propios trabajadores y el que no haya formado parte de las reivindicaciones propias de los sindicatos habrían  contribuido también a su escaso efecto. El gobierno ha convocado a una mesa técnica para introducir “mejoras” a esta normativa, pero a la luz de la realidad parece equivocado seguir insistiendo en corregir por la vía legislativa una situación que responde a cuestiones culturales y de dinámicas propias del mercado laboral.    

La ley de igualdad de remuneraciones no considera que hay diferencias arbitrarias si acaso éstas se fundan en capacidades, calificaciones, idoneidad, responsabilidad y productividad. Algunas voces han señalado que con ello la ley ha abierto demasiadas posibilidades para vulnerar su espíritu, pero parece evidente que en buena medida las diferencias salariales responden a estos hechos objetivos antes que a un ánimo meramente caprichoso o de mala fe. De hecho, resultaría una distorsión injustificable que el mercado laboral no recogiera estas variables inherentes del mercado laboral a la hora de establecer el nivel de las remuneraciones, y cabría preguntarse si el hecho de que continúen estas distancias no es producto también de insistir en este tipo de leyes, que en los hechos imponen un costo adicional a la contratación de mujeres.

Por ello, siendo un objetivo muy deseable que estas diferencias salariales se atenúen, las soluciones son de más largo plazo y deberían apuntar a flexibilizar el mercado laboral, para abrir más oportunidades laborales que hoy se ven limitadas, profundizar la capacitación y formación en capital humano, y en general promover por parte de la sociedad todas las facilidades para que las mujeres puedan compatibilizar su desarrollo profesional con sus responsabilidades familiares.


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